miércoles, 7 de octubre de 2020

La disforia del CAI en ECE: Entrevista a Luis Fernando Cueto Chavarría









La disforia del CAI en ECE: Entrevista a Luis Fernando Cueto Chavarría


En estas grabaciones, se registra la entrevista de la tesista Celinda Katerin Lázaro Aguilar al escritor Luis Fernando Cueto Chavarría sobre lo que él piensa de su novela Ese camino existe











A continuación, se evidencia la transcripción de la entrevista completa.



- En torno a su vivencia real en el Conflicto Armado Interno (CAI) en Ayacucho y cómo esto resulta una influencia en el proceso creativo

 

i. En una entrevista que respondió a Zarzosa para la plataforma periodística La mula en el año 2016, usted afirmó que trabajó para la Policía Nacional del Perú en Ayacucho durante el CAI, ¿cómo influenció esta experiencia en la escritura de Ese camino existe (ECE)?

 

Yo trabajé en la Policía Nacional del Perú. Tuve experiencias en el CAI, muchas referencias personales y de otras gentes, y el libro recoge todas esas experiencias, pero, lógicamente, lo que yo buscaba hacer no es un testimonio. Ni siquiera quise escribir algo de lo que yo viví. Lo que yo quería hacer es una obra literaria. Entonces, en una obra literaria, hay que trasladar esa realidad. Es verdad que se emplean muchos elementos de la realidad, hay que contar a los personajes con una perspectiva de la historia. Muchas de esas experiencias, por ejemplo, están involucradas con personas que yo conocí y con otras experiencias que tengo, que recogí de personajes de Ayacucho, con otros recuerdos y vivencias, y también con las ideas sobre el proceso de la lucha armada y la experiencia.

 

ii. En una entrevista, usted había dicho que ningún escritor tiene prohibido hablar del CAI en cualquier época, siempre eso está abierto, no hay un límite para la escritura.

 

Hay algunas personas que creen que la literatura de la violencia solo es sobre el enfrentamiento con SL. Ciertamente, hay mucha literatura de la violencia, no solamente en la literatura, sino en el arte, en la pintura, etc. Lo que yo digo es que el Perú nunca ha dejado de presentar el contenido sobre la literatura de la violencia. La literatura de Ciro Alegría, de Arguedas, de la Generación del 50, todos, de alguna manera, estaban denunciando la violencia en el Perú. Cuando un escritor quiere escribir algo de lo que ha pasado, hay algunos que dicen que ya no, que ya se agotó, pero eso es algo que no se va a agotar nunca. Yo más bien pienso que, en Perú, la novelización de los principales sucesos históricos no se ha novelado. Fíjate, Estados Unidos tiene una enorme tradición novelística. Ellos han novelado desde el hombre blanco, en los best seller, y de ahí tienen toda una saga de la conquista, de la independencia, de la Guerra de Secesión, todo. Nosotros tenemos un gran vacío. No hemos novelado casi nada. Nuestra novela es recién del s. XX y, con mayor fuerza, a partir de la segunda mitad en el s. XX. No se ha novelado sobre el imperio de los incas, la conquista, la colonia, la emancipación. De la república hemos novelado prácticamente nada, tampoco de la historia de la guerra con Chile. De lo que sí se está haciendo mucha literatura es sobre la lucha del CAI en veinte años de distancia, pero con más años, con mayor distancia, hay mayor perspectiva.

 

iii. Su última novela publicada fue El hereje en el año 2018 y su última novela escrita para el XX Bienal de Cuento Premio Copé 2018, La venganza de John Lennon en el 2018. ¿Qué temas cree que abordará para sus siguientes publicaciones? ¿Cree que ya ha terminado de desfogar todo con respecto al CAI?

 

Mi última novela fue publicada en julio del 2019. Viajé a Lima para presentarla en la FIL. Se llama Balada para los arcángeles. La publiqué con Peisa. Yo, a diferencia de los demás escritores, empecé escribiendo novelas. Después empecé a escribir cuentos, lo cual para mí ha sido muy difícil. La mayoría empieza con un libro de cuentos. Siempre he tenido un aliento más largo para escribir novelas, textos más largos. Pensaba que no tenía aliento para escribir cuentos. Entonces, El hereje es como una colección de ensayos de mis cuentos. Está relacionado también con la violencia por supuesto. Tiene que ver con la desaparición de la provincia de Santa en manos del Grupo Colina. Este cuento que tú mencionas, La venganza de John Lennon es un cuento que también tiene mucho de la violencia, pero ya no de la violencia política, sino de la urbana, de una sociedad que, de alguna manera, saca a las personas, las desalinea. John Lennon es un chico que está envuelto en la drogadicción, ha tenido una vida muy anticipada. En esta última novela, Balada para los arcángeles, ya estoy abordando una historia más grande. Tiene muchas relaciones. Muchas personas que tratan de imponer un orden a la fuerza y al final, terminan peor, quebrantados. Yo todavía no termino. Estoy escribiendo una novela, ahí cuento ciertas historias que conocí justamente en esa época. Estoy pensando llamarla El mensajero, porque había una persona encargada de dar las malas noticias y que yo conocí. Bueno, ese es un proyecto que tengo. Es una novela que estoy haciendo de esos años. De repente, puedo seguir escribiendo sobre esa época. No se puede decir no.

 

iv. Para su juicio, ¿cuál era el propósito y la funcionalidad de ECE en torno a su percepción sobre el CAI que le tocó vivir? ¿Qué significado le atribuye usted a ECE considerando que es una novela que retrata los estados de ánimo frustrados desde múltiples puntos de vista de manera democrática, es decir, sin otorgar preferencia solo a personajes de las FF.AA., del pueblo de Chungui, de SL o de la PNP?

 

Al quehacer del escritor le toca no perder los puntos de vista que sean necesarios. Yo lo que quería era exponer esa historia del país. Lo que sucedió en el país fue una guerra interna, algunos prefieren llamarle de muchas maneras, pero es una guerra, es un enfrentamiento armado entre dos partes con un escenario territorial. Lo que yo rescato, en el fondo, es que, en esta guerra, quienes estuvieron en cierto grupo de poder no participaron de la guerra. Quienes se arriesgaron, quienes en realidad participaron en la guerra, con tantas guerras que hubo en el país, son los jóvenes, los que no utilizan la psicología, los que no tienen intereses. Por eso, es que hay una gran historia, porque todos son jóvenes. Ellos sienten que tienen un poder por encima y que los manejan como si fueran títeres en el escenario de la guerra.

 

Es lo que ha pasado siempre en el Perú, no solamente desde la conquista, sino desde mucho antes. Tenemos las historias que nos trajo el inca Garcilaso, desde el Tahuantinsuyo. Los jóvenes no tenían una idea de qué era un imperio. En cualquier momento, sabían que tenían que perder la vida. Eso se ha repetido a lo largo de la historia. Esos puestos generacionales siempre han estado. Entonces, eso es lo que no entendemos. En el Perú, esa generación, en este conflicto, son seres que están condenados a soportar. Un factor para resistir esa guerra, en parte de su humanidad, es ser seres totalmente apagados. Esa fue la idea que yo capté. Se trata de personas a las que castigan por algo que no lleva a nada. Al final, no tiene razón de ser haber nacido en un país donde no se puede vivir. Yo creo que el país no lo ha finalizado. Se trata de finalizar todo lo que ha sucedido. Hay que aceptar las bases de la paz del otro bando. Hay mucha gente que disfruta la intolerancia. Entonces, el país necesita una catarsis. Necesita liberar todo eso que desde hace muchísimos años existe.

 

- En torno a los recursos literarios y las influencias de estos

 

v. Existe una enorme riqueza de grises, colores e imágenes en la descripción del espacio al inicio de varios capítulos de ECE. Considerando que, en la entrevista que concedió a Edwin Cavello para la revista Lima Gris en el año 2018, usted afirmó que le gusta la narrativa de Alegría, ¿se puede afirmar que hubo influencia de La serpiente de oro en ECE?

 

Sí, por supuesto, pero no solo de Alegría, también de Los ríos profundos de José María Arguedas o las descripciones que hace de la selva Vargas Llosa en La casa verde. Yo considero a la novela como un desarrollo del cronotopo; o sea, se trata de ubicar la historia en un espacio temporal, pero también en un determinado territorio, en un paisaje, una época y un espacio. Tengo mucha influencia de Tolstoi en esas descripciones de época y de espacio que son grandiosas y siempre me ha gustado hacer ese tipo de novelas. No concibo una historia casi en el aire o en la mente solamente del narrador. Para mí, la historia es un cuerpo que habla de un espacio y un tiempo. Entonces, es una gran preocupación cuando voy construyendo una novela el recrear el espacio. Tuve la suerte de haber estado en Ayacucho, en algunas localidades, y obtener recuerdos muy vívidos de esas zonas. Lo primero que a mí me impactó en esa época fue, obviamente, el escenario de la guerra, porque era muy cruel, pero lo segundo que me sobrecogió mucho fue el paisaje. Había mucha escenografía que se quedó grabada en mi memoria. Claro, al momento de recrear esto en la ficción, entran a tallar las influencias. Tengo una gran gratitud por Ciro Alegría, pero de todos sus libros, no solo de La serpiente de oro, también Los perros hambrientos y El mundo es ancho y ajeno hacen una gran recreación del escenario y eso para mí ha sido una gran escuela. Esos pasajes sobre el Marañón y el ambiente de la sierra y la selva de La Libertad y el río Marañón son memorables e imborrables para mí y para quienes creen en ese tipo de novela del desarrollo del escenario. Asimismo, tiene que ver el espacio no solo como un telón de fondo.

 

Yo tengo que construir el espacio como un personaje más. El espacio camina junto con los personajes que encarnan personas. El espacio para mí es como un personaje que yo tengo que construir. En la historia de la novela, los que quedan son los personajes, porque son los que más se parecen a los lectores, pero también hay que preocuparnos por que el espacio no solo sea un telón de fondo, sino que sea vivo y que viva en todo el pasaje de las lecturas. Yo concibo así mis novelas. Por ejemplo, el tunal donde habita Cubo sí existe, está en el camino de Ayacucho a Huancavelica, se llama Mayoc, es un pueblito. Escribo también sobre lugares que no conozco, pero siempre en la medida de mis posibilidades, trato de ir a los lugares sobre los que voy a escribir: conocerlos, imaginármelos en otra época, ver la vida en ese espacio y su dinámica, cómo vive su gente. Eso me interesa mucho. Esto también intento en la nueva novela que estoy escribiendo: Las calles del laberinto. Aún no la he publicado.

 

vi. En ECE, Cubo y Perpetua Cori son sujetos frustrados, porque no pueden conseguir sus objetivos, ya que Cubo no puede escapar del CAI y Perpetua no puede encontrar a su hijo Américo. Esta frustración es la característica principal de todos los protagonistas de La palabra del mudo de Julio Ramón Ribeyro y, en la entrevista para Lima Gris del 2018, usted también dijo que le gusta la literatura de Ribeyro. En esta medida, ¿se puede afirmar que Ribeyro ha influenciado en la escritura de ECE y, sobre todo, en el permanente estado de carencia de sus personajes?

 

Los personajes de Ribeyro no alcanzan a triunfar. Yo veo dos autores peruanos desde la segunda mitad del s. XX en adelante que para mí son mis referentes: Ribeyro y Carlos Eduardo Zavaleta. Los dos tienen personajes que no alcanzan a triunfar, que siempre son derrotados por las adversidades. Los personajes de Ribeyro son de un morbo negro, sombrío y los de Zavaleta, de un morbo cáustico, cuando no, carecen de humor. Yo traté de que ECE tuviera humor en medio del CAI, que era tan cruento y desagradable, que hubiera algunos personajes de humor. Algunas personas me han dicho que, por momentos, les daba mucha pena, pero otros, mucha risa.

 

Lo que pasa es que Cubo es una persona que tiene muchos traumas marcados desde la niñez y una forma de resistir a la guerra es a través de una férrea humanidad. Cubo se encierra en su propia humanidad para resistir a los embates del CAI, pero la guerra lo acaba venciendo poco a poco y él, para no acabar deshumanizado, termina perdiendo la razón. Perpetua Cori es un personaje que tiene mucha contradicción, porque ella sale de su pueblo con el fin de surgir como una persona mejor. Va a la capital del departamento para trabajar, sueña con cosas mayores. Está en ascenso, ella no está conforme con lo que le ha tocado vivir, pero, a partir de la desaparición de su hijo, todos sus sueños quedan truncados y ella regresa a su pueblo a buscar a su hijo y se encuentra que todo su pueblo ha desaparecido. Ella, que era distinta a Cubo, se encuentra con él y los dos quedan emparejados como personajes frustrados. La muerte acaba con la travesía de esa búsqueda para Perpetua, mas continúa esa búsqueda en Cubo, este siempre como un personaje que está anclado en el fracaso.

 

Yo encuentro distintos a los personajes de Ribeyro y de Zavaleta, porque ellos sí tenían un humor. Cubo no tiene ese humor, está luchando por salvarse y, en esa lucha, pierde ese sentido del humor. Su amigo Salomón le suele hacer bromas, pero él nunca responde con una sonrisa, es un tipo muy parco, muy ensimismado. Yo siempre he tenido esa curiosidad por los personajes de Ribeyro y de Zavaleta. Creo que algo de eso me influyó para construir a Cubo. En Silvio en el rosedal, por ejemplo, Silvio no es un personaje sombrío: en su mundo surreal, él tiene un rasgo poético y lleva una vida ingenua y lucha cargado de ilusiones, que es lo que le falta a Cubo. Cubo pretendió ilusionarse con la relación amorosa con Perpetua, superar su infancia, pero eso se cayó con la muerte de ella. Entonces, la única salida que él tenía se cerró. Es realmente un personaje disfórico, porque es preso de sus constantes depresiones, pero es el personaje que yo escogí para que, con su humanidad, carente de alegría, se resista al proceso de deshumanización de la guerra. Cubo y sus colegas llegan de otro sitio a Ayacucho como si vinieran del extranjero y no saben a lo que se han metido. Lo que sucede en Lima es muy diferente a lo que sucede en Los Cabitos, en Huanta.

 

- De índole literaria en torno a la tesis y sus categorías

 

Sobre la disforia

 

vii. En los cuentos de Ribeyro, todos los protagonistas son seres disfóricos, porque viven frustrados en el no poder hacer, es decir, nunca pueden lograr sus objetivos. Por ello, se sumergen en un estado de frustración y carencia. En ECE, ¿cuán es la finalidad de que la mayoría de sus personajes, por no decir todos, vivan como seres disfóricos?

 

Casi todos los personajes del siglo XX y todos los novelistas de la Generación del 50 son disfóricos y pesimistas. Desde Palma en el s. XIX, López Albújar, Valdelomar eran sumamente pesimistas, eran personas que, en realidad, eran personajes que se construían en sus personajes. Son personajes de otro tipo de peruanos. Surgen Carlos Eduardo Zavaleta, Enrique Congrains, todos con una gran disforia. Yo ingresé joven con Carlos Eduardo Zavaleta. Le di mi primera novela en una conferencia que él estaba dando. Luego de unos años, le pregunté: ¿Se acuerda de mí? Él me dijo: “Bueno, no, ¿de Chimbote?”. Yo le dije: “Sí, yo le di una novela, no sé si la habrá leído”. —“Sí la leí”. —“¿Y qué le pareció?”. —“La verdad, me ha dado mucha pena”. —“¿Qué pasó, no le ha gustado?”. “No”, me dijo, “me he dado cuenta de que la literatura peruana es muy triste. Con tu libro me he reído mucho, pero yo noto que mis personajes son tristes, y lo que más pena me da es que eso no lo puedo cambiar”. Eso a mí también me dio mucha pena. Los escritores de la segunda mitad del siglo XX son disfóricos. Yo creo que esta disforia nos alcanza hasta fines de los 90, también en la Generación del 50 y del 60 con Ampuero. Entonces, es inevitable sentir esa sensación, ese espíritu que marca a toda una generación y que es reflejado en los personajes.

 

viii. Debido a esa permanente situación del no poder hacer por parte de los personajes de ECE, ¿usted plantea que el destino es algo contra lo cual no se puede luchar? De ser así, ¿en qué medida asume que la idea del destino es parte estructural de ECE en el CAI?

 

Acá hay dos cosas. Yo noto a los personajes de ciertas ideas, de ciertos pensamientos. En la perspectiva de Cubo, que es básicamente la perspectiva sobre la que se encuentra la novela, siento que él es una persona cuyas aspiraciones no se van a poder cumplir. Él es un representante del no poder. Es como una persona cuyo destino ya está marcado. No quizá desde su nacimiento, sino desde aquel día cuando vio morir a su mamá y su amante. Por otro lado, creo que gran parte de los que alguna vez estuvimos en el escenario de la guerra sentíamos que era ciega. En una guerra, lo primero que muere es la dimensión moral. Eso sucede a los pocos días cuando tú estás en el escenario.

 

Sobre la novela dialógica

 

ix. En la novela dialógica, existe una dialogicidad entre el autor múltiple y el texto, es decir, no existe un autor acabado, sino que hay inagotables lectores-autores infinitos que completan el significado de la novela y se genera un diálogo democrático entre el texto y el contexto. En esta medida, ya que esto se cumple en ECE, ¿cuál es la funcionalidad de que la dialogicidad aparezca en una novela sobre el CAI? ¿Tiene alguna relación con la idea según la cual hubo víctimas tanto por SL como por el EP?

 

La novela dialógica difiere de la novela monológica clásica de la literatura europea. Esta se evidencia con mayor expresión en Latinoamérica, como en Yo el supremo o en las novelas de García Márquez. Lo que se trata es de ver un mundo, no de una versión única, no de una verdad única, sino de ver el mundo a partir de muchas dimensiones e interpretaciones. Ni el mundo es único, uno solo, ni el ser humano es unidimensional, sino que es multidimensional. En ese sentido, la novela debe tener múltiples versiones dentro de sí misma y múltiples lecturas, de manera que pareciera que tiene muchos autores y que el autor va a tener su propia construcción de la novela. Eso es lo que hace que esta novela sea dialógica. Lo que la novela dialógica busca también es eliminar la centralidad de discurso, que haya una heterogeneidad de múltiples discursos de tal manera que se haga un discurso interactivo entre el autor y el lector. Esa descentralización de la novela, si bien es cierto que se empezó a dar en Europa con El cándido de Voltaire, fue rompiendo ciertas normas de los cantares de gesta y la epopeya griega. Así, se generó otros tipos de discurso de la novela. Entonces, la novela dialógica busca ser como el mundo es en realidad y ser como el hombre es. En ese sentido, se acomoda más a lo que es el hombre dentro de esa realidad. Por eso, esa novela puede tener tantas interpretaciones como lectores haya. Es un discurso con un espíritu de un conflicto donde hay muchas maneras de ver e interpretar el país. Creo que no podría darse de otra manera explicar ese meollo del CAI si no desde distintas miradas, puntos de vista e interpretaciones.

 

Yo creo que no puede haber una verdad única y absoluta sobre lo que pasó en este conflicto. Más bien, cada uno debe armarse su propio rompecabezas. Yo pienso que, cuando se da el informe de la CVR, en realidad, lo que se está haciendo es un recuento de hechos, pero no es la verdad. Es imposible manejar una verdad absoluta en un conflicto, a no ser que es la verdad oficial de la propaganda del Estado o de los subversivos. La propaganda lo que busca, en el fondo, es ficcionalizar, porque trata de aparentar ante el pueblo, ante la opinión pública, de que hay una verdad, cuando todos sabemos que eso es inalcanzable. Lo que trata esta novela es descentralizar esas verdades que están puestas como monolíticas. Cada ciudadano, cada lector, cada peruano puede hacer su interpretación válida sobre lo que pasó. Yo creo que nunca vamos a tener una visión uniforme y, de alguna manera, es mejor que así sea. Debemos hacer un mapa de lo que ha pasado para podernos encaminarnos como nación. Debemos tender los puentes para que el país camine hacia una etapa ya superada. Nunca lo hemos hecho, nunca hemos hecho una política posterior al CAI. Por eso, no hemos sentado las bases necesarias para vivir en un Estado de paz. Todo lo que no hemos hecho ahora nos pasa la factura: toda la corrupción, la violencia urbana, la carencia de institucionalidad es lo que nos pasa por no haber hecho un mapeo grande del conflicto y por no haber tenido una política postbélica para saber qué hacer respecto al CAI. Todos los grandes conflictos acaban con un armisticio y, a partir de este, se inicia una política para saber qué hacer y a qué encaminarse como país. Esto lo hemos dejado a la deriva, por eso, no nos podemos orientar hasta ahora. Pienso que, por eso, el conflicto hasta ahora no está superado. Pienso que con esas interpretaciones podemos tender puentes para pasar a otra etapa.

 

En este contexto de la Covid, ahora veo rasgos de una crueldad que ni siquiera se ven en una guerra. Yo estuve en Ayacucho, pero no vi los niveles de corrupción que se ven, de miseria humana. Las clínicas se aprovechan para hacer negocio como gallinazos; el Estado, con los empresarios; las farmacias, con los enfermos, como mercaderes de la muerte. En una guerra, tú no le pones precio a los muertos. Acá sí, es terrible. Nos hemos quedado inermes. No hemos reaccionado. Estamos cayendo en un Estado de barbarie.

 

x. La novela es un género moderno, puesto que rompe con la distancia vertical entre el héroe de la época clásica y el lector al desmitificar los roles de poder sacralizados en la epopeya clásica y los cantares de gesta medievales. ¿Usted considera que en ECE se cumple la misma función desmitificadora en el contexto del CAI? Si es así, ¿a qué sujetos de poder se estarían desacralizando?

 

Tú ya tienes, con Bajtín, muchas referencias de los héroes de gesta, la novela griega y los héroes carnavalescos de Rabelais. Gargantúa y Pantagruel vino a desacralizar los cantares de gesta y, de alguna manera, también el Quijote, a los héroes de caballería. Don Quijote desacraliza al Amadís de Gaula; y la princesa Nicomicona, a las amadas, a las señoras que se confiaban, como Dulcinea. Se desacraliza a los héroes y las heroínas. También El cándido es una desacralización a los héroes que eran incorruptibles al tiempo, que pasaban a las peripecias y seguían igual de hermosos y jóvenes. El cándido se fue envejeciendo y su esposa, también: se quedaron sin dientes y canosos. En nuestra cultura, los héroes de Hollywood, Jean Claud Ban Dan, los héroes norteamericanos de cine también han sido desacralizados por la novela latinoamericana dentro de un contexto que es más aceptable. Un héroe en una guerra, para mí, no podía ser el que mataba más, el que hacía más destrucción o el que salía incólume de un combate. Yo asumí que debía ser un héroe que representara la resistencia de un ser humano ante la barbarie y la deshumanización. ese héroe, para mí, es uno como Cubo. El héroe de una guerra no lo concibo como Rambo, por ejemplo, que entra y mata a muchísima gente por rescatar a un soldado. Eso no está en sintonía para mí como un héroe de una guerra. Son dos frentes que están en conflicto en una guerra. La guerra deshumaniza al soldado como una bestia y lo único que él tiene para resistir es su pequeña humanidad, para sobrevivir.

 

Cubo es un héroe distinto a los otros de la novela latinoamericana, porque ha asumido su fracaso en el conflicto y como ser humano: no se atreve a buscar el éxito, no se atreve a proyectarse visiones muy grandes. Es un héroe de esas características y, llevado a una zona de combate, es él quien puede, de alguna manera, hacer frente a esa deshumanización. No todos los que han estado en el cuartel Los Cabitos son como Cubo. No todos han tenido tantos traumas y una infancia tan difícil en un orfelinato. Los demás tienen aspiraciones: sueñan con regresar a su hogar para hacer su vida, formar una familia y tener hijos, se hacen una proyección del futuro. En cambio, Cubo solo desea salir de esa guerra con un grado de humanidad. Es un héroe distinto: simboliza esa lucha dialéctica entre una guerra que deshumaniza y un hombre que se quiere enfrentar a esa guerra con su único reducto de humanidad. Termina derrotado y pierde la racionalidad, porque, cuando Cubo libera a Américo, él ya está fuera de sí. Cuando Cubo expresa sus pensamientos, se evidencia un deterioro mental, va hundiéndose en eso, va escuchando voces y su mente es un remolino de muchas cosas. Las palabras en él ya no tienen sentido, se quedan truncas. Es el resultado de la resistencia que él hace en ese proceso de deshumanización. No se me ocurrió otro personaje que pudiera representar ese conflicto. Creo que, en todo caso, sería un antihéroe.

 

Yo estoy escribiendo una novela actualmente que pienso llamarla El mensajero. Escribí dos novelas sobre el CAI: ECE y Días de fuego. Siempre quería que ahí acabara esa saga, pero después he querido hacer una novela para justamente desacralizar estos supuestos sujetos de poder. Yo siempre pensé que hubo dos corrientes que se enfrentaron: el Estado, representado por las FF.AA. y la PNP, y SL, representado por las células y jóvenes adeptos, pero, sobre ellos, había un estamento. Tanto en SL como en las FF.AA., había una cúpula que ostentaba el poder. Los que representaban la sociedad peruana, al Estado, los que tenía el control de los medios de comunicación y las FF.AA. manejaban las cúpulas. En toda guerra, mueren los jóvenes como carne de cañón; sin embargo, los que estaban en las cúpulas nunca se tocaron. Ellos han nacido intocables. Cuando capturaron a Abimael Guzmán, él nunca tuvo un rasguño, nunca estuvo en una sesión con un fusil. Por lo tanto, son los otros los que se odian: los que se declaran la guerra son los que no participan. Cuando él fue capturado, Vladimiro Montesinos, los generales de la Dincote y creo que hasta Fujimori fueron a entrevistarse con él. Tuvieron una entrevista sumamente alegre, con muchos chistes y palabras de respeto de ambos bandos. Vladimiro trataba de “doctor” a Abimael y viceversa, con mucho respeto y con pasajes de humor destendidos. O sea, entre ellos, prácticamente, no tenían odio, no había conflicto entre ellos. Se pudieron entender muy bien. Sin embargo, cuando se declararon la guerra, los que se morían eran otros, porque ellos muy bien podían encontrarse y hacer una tertulia muy tranquila en una tarde y verse en cualquier lugar. Esa es la idea que yo quiero exponer en mi nueva novela para mostrar que esos héroes intocados, en ambos lados, los que fueron los causantes de la guerra nunca sufrieron un rasguño, nunca se comprometieron de verdad, y que los de abajo, los jóvenes que nunca tuvieron motivos para odiarse y que no se conocían, tenían que pagar por los otros.

 

La intención de ECE es desacralizar a esos supuestos héroes que se escondían en las cúpulas. Se enfrentan dos bandos, el de las FF.AA. y el de los subversivos, con distintas tipologías humanas: pueden ser un personaje opaco y depresivo como Cubo, como Shogún, o pueden ser, en el otro bando, con rasgos de ternura como de crueldad, pero personajes que, en el fondo, se parecían: todos venían de los estratos populares y no tenían motivos para matarse. Las ideas eran de los otros, la declaración de la guerra era de los otros; no obstante, los otros nunca se tocaron. Esa es la idea de esta nueva novela que estoy haciendo y esa era también la idea de ECE. Sin embargo, el fin principal de ECE es que los jóvenes en el Perú, a través de toda la historia desde la época incaica, nunca han sido tratados realmente como seres humanos. Nunca se les ha dado la oportunidad de desarrollarse en su juventud. En el incanato, ellos vivían bajo el fantasma de que en cualquier momento iban a ser llevados al ejército y enfrentados en campañas de conquista contra otros pueblos como carne de guerra. No tenían otro futuro. Nosotros hemos idealizado al imperio de los incas, pero eso era un imperio militarista donde los jóvenes no podían entregarse a la ciencia, la investigación o al disfrute de la vida. Igual ha pasado en el virreinato, en la república. Ellos siempre han pagado con las ideas mesiánicas de los otros y eso también ha pasado con SL. No somos un país normal. En este tejido de la historia, hay huecos, huecos, huecos, donde los jóvenes siempre han sido diezmados. Esa es la desgracia del Perú. Esto sucede desde antes de que seamos el Perú, esos héroes anónimos, que mueren en la guerra sin saber por qué están peleando ni para quién, tienen su representación en Cubo y son el ser que le grita a las cúpulas del país que bajen de su podio. No podemos regalarle cincuenta, cien años más a esos sujetos de poder de la cúpula. Los jóvenes deben sentar los rieles para que todo marche a la paz en el futuro. Todo ha fallado, porque nunca se les ha prestado atención.

 

martes, 22 de abril de 2014

PROGRAMACIÓN DEL PRIMER FESTIVAL LITERARIO COMPUTRON 2014 "JULIO HEREDIA" SE LES ESPERA :: ESTE MIÉRCOLES 30 DE ABRIL EN EL Instituto Computron Los Olivos DESDE LAS 5:00 PM HASTA LAS 9:00 PM



martes, 15 de abril de 2014





M a n i f i e s t o  a  l a   m i s a n d r i a


No busques, mujer
la sangre de los hombres
no existe, pues
lo in alcanzable
solo mil palabras 
que sí, lo idean
solo tan solo piezas
del sudor con piernas 
o con vanas ansias
por tocar lo puro
como el ser enfermo
quien encierra nubes
entre manos rotas

en consecuencia
sobrevuela, criatura plena
en la cacería de las mentes
donde abren alas, peces
en laberintos de cosmovisión
que cual caracol mentes arden

alma de flama azul
sal
anda






R e v e l a c i ó n  d e   u n  s i l e n c i o  m i s á n d r i c o


Estos senos que a los aires
en sordera de los mundos
en los mil maniqueísmos 
que su cascarón encierran
envuélvense en la tierra
después del fin del arte
después del bien y el mal

estos labios que arriesgados
al infierno lamen, piden
más pinceles
más cuchillas
más respeto
van a izar, ensortijar caderas
a las rimas de su azul marea
a las dunas de su edén perdido
a las olas de su propio templo

así que
no te adentres, pues hombre
al embuste de tu insania
ya no aterres esta carne
de quien no ves más allá
en tus manos de miseria
en tu lámpara de piedras
ya no lances más las dagas
a esta en realidad espuma
que la venus siempre calla
o las piernas patalean
en este descontrol de atarte
de amarrarte a tus demonios
de dejarte en tus harapos
en tu tártaro y ser libre
y ser libre y ser libre
para ir al para siempre
al otro lado del sueño
o la eternidad heterocósmica




S E G U N D O S


Voy a esconderme en un árbol
en posición fetal como andaban
las personas del año un millón
donde hombres mujeres se amaban
espérame o ven con el sol






E S C A P A R

Olvidado
quizá tanto como el reo
como aquel niño varado 
en gris vereda antigua

dando vueltas como dardos
semejantes al sonámbulo
manifiesto del encierno
encierro invierno
segundos

último navegante
de universos paralelos
aparece
cuando el sueño asedia, por la ventana,
sólo queda flotar y dejarse llevar

al más allá de los ausentes